Tuberías para la calefacción. Todavía queda pendiente conectarlas correctamente.
Algunas de las primeras instalaciones eléctricas han sufrido una mejora estética antes de lucir paredes.
El tiempo en enero y febrero ha sido todo menos seco. El drenaje del año pasado en el patio ha llegado a soltar hasta 1.200 litros por hora. Podríamos haber aprovechado para hacer una piscina; se habría llenado en menos que canta un gallo.
Con tanta lluvia, en el pozo el nivel de agua llegaba medio metro por debajo del nivel del suelo.
La tierra ya no era capaz de absorber más agua, de manera que este terminó por aparecer donde menos falta hacía, en esta pared recién lucida de yeso.
A este cuarto en el sótano también le tocó sufrir las humedades, aunque teniendo en cuenta que está situado a unos 5 metros del pozo y a un metro por debajo del nivel de agua del mismo, podría haber sido peor.
También hay noticias buenas: prácticamente todas las paredes están lucidas.
Donde hay masa fresca hay siempre un gato para dejar su huella.
Otras veces prefieren una buena mata de pelo como nido.
Tras interminables preparativos empezamos a aislar los suelos para la calefacción.
Así va quedando:
Las tuberías de suministro también se llevaron aislamiento hacia el suelo aprovechando que tenían que terminar a la misma altura que el resto del material.
Una vez terminada la primera habirtación toca la siguiente.
Los corrugados de electricidad desaparecen bajo el aislante.
Lo de poner las placas de material aislante es como hacer un puzle ya que apenas existen ángulos rectos en el pazo.
Eso sí, una vez hecho las habitaciones parecen muy recogidas.
A propósito, esta es la vista desde la última habitación. Por lo menos mientras uno trabaja puede de vez en cuando recrear la vista echando una mirada por la ventana.
Después de tantas lluvias, en marzo el tiempo dio un vuelco y llegó la primavera de golpe, y con ella unas cuantas tareas de jardinería.
